1 – Un paraíso para los lingüistas

El View-Master de Fieñia

Era bien chico y por eso todavía me acuerdo de las cartas que recibía mi madre en sobres con rombos azules y rojos en los bordes y algunas letras mayúsculas. Cuando aprendí a leer descubrí que esas letras grandes decían VIA AIR MAIL y PAR AVION. Arriba y a la derecha de cada sobre siempre había una estampilla con la misma cara de la misma mujer joven con la misma coronita. Adentro venían varias hojas de un papel finísimo, sin renglones, llenas de garabatos indescifrables. Los escribía Fieñia, una amiga que tenía en Canadá. No los entendía porque las cartas estaban escritas en ruso, pero en las fotos que me mostraba mi madre Fieñia siempre estaba con un pañuelo blanco en la cabeza, como el que usaban la baba Motia y muchas otras viejitas que veía pasar por las calles de la Colonia.

Esos rusos canadienses eran dujabori. Mis bisabuelos y los demás fundadores de la Colonia eran Novi Israeli, pero tenían en común muchas cosas. Todos eran miembros de una secta religiosa, todos habían tenido problemas con la iglesia ortodoxa rusa, todos habían padecido persecuciones por parte del zarismo y todos habían emigrado a tierras más hospitalarias.

Otra cosa que nos relacionaba con Fieñia era un regalo suyo, un aparato para ver fotos en tres dimensiones. Me acuerdo de estar tirado en la cama de mis viejos, mi madre al lado, yo tratando de hacer funcionar el asunto. Nada de electricidad, nada de botones de prender y apagar, nada más que una palanquita y unos círculos de cartón con fotos muy chiquitas en el borde.

Era un ViewMaster. ¿Cómo describir ese objeto con el vocabulario de una época sin lentes 3D, sin realidad virtual, sin pantalla táctil, sin tantas otras cosas que en esos años sólo los escritores de ciencia ficción veían venir? Parecía una cámara sin objetivo y con dos visores que sobresalían como los ojos de un caracol. Se ponía un cartón en una ranura del aparato, se miraba por los visores y las imágenes saltaban desde el fondo, tridimensionales. Se bajaba la palanquita que hacía rotar el círculo y aparecía una nueva foto. Así de simple, así de maravilloso.

No me cansaba de mirar esas montañas con nieve, gente esquiando, ciudades y paisajes. Lo que más me gustaba y a la vez me daba un poco de miedo eran unos postes con formas de animales, alas, caras de personas con los ojos enormes y redondos. Qué iba a saber yo que eran tótems. Quién iba a decir que, tantos años después, iba a estar parado justamente delante de esos postes. Con razón ese lugar estaba en el aparato de Fieñia. Ese pedazo del Stanley Park es una de las mayores atracciones turísticas de esta provincia y está a unas pocas cuadras del apartamento en el que vivo. Ahí estuve yo, de grande, cara a cara con uno de los recuerdos más queridos de mi niñez.

Lo que acaban de leer es un episodio de un librito que estoy escribiendo en estos años de vivir en Vancouver, extranjero entre extranjeros. En esta ciudad más de la mitad de la gente nació en otro país. El inglés como lengua materna es la minoría mayor. La siguen el punjabí, el cantonés, el mandarín y el tagalo. Inmediatamente después está el alemán, dice Wikipedia.

«¿Y el francés?», se podría preguntar alguien. «¿No es la otra lengua oficial de Canadá?» Cierto, es así, pero eso no significa que sea la segunda más hablada. De hecho, el número de hablantes en esta provincia está en séptimo lugar, delante de los que hablan coreano. «Canadá, país bilingüe», es otro más de los mitos que aprendimos en la escuela.

Justamente después del francés llegamos nosotros los hispanoparlantes, que somos más que los persas. Hasta aquí, todas lenguas europeas y asiáticas. Hay muchísimas otras, pero son todavía más minoritarias. En esto no es diferente de otras ciudades como Toronto o Montreal, aunque los datos demográficos son otros y el escalafón de idiomas es diferente.

Lenguas indígenas del sudoeste de Canadá

«¿Qué tiene de interesante la British Columbia?», se preguntarán. Eso depende. Para los amantes de la naturaleza, tiene el espacio verde en ambiente urbano más extenso y la playa nudista más grande de América del Norte. No es poca cosa. Otra particularidad, seguramente menos atractiva desde el punto de vista turístico, es que, de las diez provincias y tres territorios que componen Canadá, British Columbia tiene la mayor diversidad de lenguas indígenas. En Canadá hay 70 y solamente en esta provincia hay 34 lenguas diferentes. Más aún: de las 12 familias de lenguas indígenas canadienses, 7 están presentes aquí. Para concluir, hay dos familias integradas por una sola lengua cada una, sin parentesco alguno con ningún otro idioma o familia. Un paraíso para los lingüistas, realmente.

¿Qué se entiende por «familia» en estos términos? Como entre los humanos, una familia de lenguas es un conjunto de idiomas que tienen un origen común. El castellano, el italiano, el portugués, el catalán, entre otros, derivan del latín. A su vez, el latín, junto con otros idiomas también desaparecidos que se hablaron en lo que es hoy Italia, integra la subfamilia itálica. Ésta y otras subfamilias (germánica, eslava, céltica, indoirania y más) integran una unidad mayor, la familia de los idiomas indoeuropeos. Las especulaciones sobre el parentesco entre esos idiomas y la postulación de un antepasado común del cual se originaron todos ellos es una de las aventuras intelectuales más interesantes de los últimos doscientos cincuenta años. Desde luego, el tema del lenguaje ha estado en el centro de muchas discusiones desde hace mucho más tiempo. La tradición judeocristiana nos cuenta que, después del diluvio,

«Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.

Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí.

Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla.

Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuésemos esparcidos sobre la faz de la tierra.

Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres.

Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.

Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero.

Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.

Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.»

Esto dice la Biblia en el capítulo 11 del Génesis, versículos 1 al 9.

En términos geográficos más contemporáneos, la tierra de Sinar es Irak y allí estaba Babilonia, una de las ciudades más grandes del mundo antiguo. La torre piramidal escalonada junto al templo del dios Marduk, conocida en lengua babilónica como «Babilu», o «Puerta de Dios», habría inspirado la idea de la torre de Babel. La similitud en la pronunciación entre Babel y el hebreo balal (“confundir, mezclar») explica el juego de palabras del último versículo. Entre paréntesis, y volviendo a la idea de las familias de lenguas, el babilonio y el hebreo forman parte de la familia semítica, junto con el árabe y un montón de otros idiomas ya extinguidos.

Es hora de volver a Vancouver. Este viaje que empezó en mi pueblito, siguió por la Columbia Británica, pasó por Babilonia y está terminando frente a la nieve de la Grouse Mountain ocupa casi tres páginas llenas de caracteres. Muchas de las cosas aquí escritas están en algunos de los libros que cito al final y otras son de mi propia invención. Esto último es un poco pretencioso, porque esas tres páginas y todo lo que incluyen, propio o ajeno, son una copia de un original, y ese original está en alguno de los libros de alguno de los hexágonos de la biblioteca de Babel.

Los invito a empezar a recorrerla en nuestro próximo encuentro.

Fuentes

Las fuentes se citan sólo a título informativo.

Encyclopaedia Britannica, britannica.com.

Keith Brown (editor), Encyclopedia of Language & Linguistics.

La Biblia. Versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera.

Native American Tribes of British Columbia, www.native-languages.org/british-columbia.html.

The Canadian Encyclopedia, thecanadianencyclopedia.ca.

Wikipedia, en.wikipedia.org.

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Esta entrada tiene 6 comentarios

  1. Miralda

    Me encanta. Es la tercera vez que lo leo….

    1. Omar K.

      Muchas gracias.

  2. Norma

    Muy buena la unión de información «seria» y la lectura como «entretenimiento». A esperar la próxima entonces.

    1. Omar K.

      Gracias por estar.

  3. Fátima Roque

    Me gustó. Gracias por la información.

    1. Omar K.

      Gracias a vos.

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