9 – Diatriba, hija putativa de Bión el ucraniano

Ruinas de Olbia

En última instancia, lo bueno y lo malo que le pasó a Bión se debió a los milesios.

Mileto, la más austral de las grandes ciudades jonias, próspera y con un gran poderío naval, estaba ubicada en la costa turca del mar Egeo. Fue la cuna de Tales, Anaximandro y Anaxímenes. Estos pensadores del siglo VI a. C. fueron los primeros que buscaron explicar el mundo y sus fenómenos mediante la razón, sin recurrir a la intervención de los dioses. Con esta simple pero definitiva jugada establecieron los cimientos de la filosofía (que beneficiaría a Bión en su adultez) y de la ciencia.

Mileto fue también la patria de Hecateo, quien escribió un tratado de geografía sobre la costa del Mediterráneo, el primero en su género. Compuso también una obra sobre los mitos desde una perspectiva racionalista. Los pocos fragmentos que sobreviven muestran que los consideraba hechos históricos distorsionados por exageraciones o interpretaciones literales de metáforas. El primer fragmento establece claramente su independencia intelectual: «Hecateo de Mileto dice así: Escribo lo que me parece que es verdad, porque los griegos tienen muchos relatos que, en mi opinión, son absurdos.» Toda una declaración de principios, ¿no?

Durante los siglos VII y VI a. C. los milesios colonizaron gran parte de la costa del mar Negro y llegaron hasta Egipto y Síbaris, en Calabria, el pie de la bota de Italia. Alrededor del 550 a. C. fundaron Olbia cerca de la desembocadura del río Borístenes. Hoy Olbia es un conjunto de ruinas y el Borístenes se llama Dnieper. Allí nació Bión en el año 335 a. C. De ahí su apodo, «Bión de Borístenes» o «Bión el boristenita». Esto lo hace ucraniano según los criterios actuales.

Su madre era una ex prostituta y su padre un ex esclavo que comerciaba con pescado salado, profesión no considerada para nada honorable, y que aparentemente tenía también un puesto menor como recolector de impuestos.

La catástrofe que se impuso sobre Bión comenzó cuando a su padre se le aplicó una sanción durísima por no haber cumplido cabalmente con el fisco. Como resultado, él y toda su familia fueron vendidos como esclavos.

Bión, que era un muchacho muy bien parecido, fue comprado por un orador «para propósitos bastante obvios», comenta Donald Dudley. Así volvemos a los milesios, ya que, según Dión de Prusa, la pederastia fue llevada a Olbia por sus fundadores.

Su amo le dio una formación en retórica. Murió cuando Bión todavía era joven, pero antes lo liberó de la esclavitud y le legó todos sus bienes. El heredero no trató con mucha piedad la memoria de su benefactor, ya que quemó todos sus escritos. Con el dinero que pudo rescatar del resto de la herencia se fue a Atenas a estudiar filosofía.

Bión se interesó primero por la escuela platónica, luego se pasó a las filas de los cínicos, más tarde a las de los cirenaicos y finalmente a las de los aristotélicos. Culminado su periplo por esas escuelas se convirtió en un intelectual itinerante que daba lecturas públicas y enseñaba por dinero. Se repetía la historia de su padre, mal visto por su profesión, ya que cobrar por dar clases era deshonroso, propia de los sofistas, tan criticados por Platón. Algunos alegaban que no era malo que cobrase, sino que el problema era que tenía poco para ofrecer. En otras palabras, que era un charlatán.

Años más tarde pasó a Pella, la capital del reino macedonio de Antígono Gonatas, y logró emplearse como filósofo áulico. Murió en Calcídica en condiciones bastante miserables, al punto que su antiguo protector envió a dos esclavos para que lo asistieran.

Diógenes Laercio, con su maledicencia proverbial, dice que durante su larga enfermedad se arrepintió de su ateísmo, que había profesado con los cirenaicos, y de las ofensas que había hecho a los dioses. Habría llegado incluso a usar amuletos para paliar su sufrimiento, él, que se había mofado de las supersticiones. Sin embargo, se dice que esas críticas fueron simplemente obra de sus detractores.

En lo que no parece haber discrepancias es en el papel de Bión como padre de la diatriba, o al menos en su gran influencia en el desarrollo de este género.

Una definición moderna de la diatriba es la del DRAE: «Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo». En términos generales, la diatriba se puede usar para designar prácticamente cualquier exposición oral. Originalmente eran obras filosóficas de corte popular. Se trataba de transcripciones directas o desarrollos literarios de discursos callejeros dados por cínicos frente a grandes audiencias o, en el caso de filósofos preocupados por la exhortación moral y no por el argumento sistemático, frente a pupilos.

Las diatribas se enfocan en un solo tema. En general comienzan con la exposición de un concepto filosófico relacionado con algún aspecto de las costumbres sociales, las que son descritas mediante anécdotas, adagios y otros recursos. Atacan los vicios con un lenguaje vigoroso, a veces vulgar, con imágenes coloridas de la vida cotidiana. En ocasiones aparece un interlocutor anónimo, lo cual crea una ilusión dramática muy conveniente.

Junto con la tradición anecdótica, el espíritu satírico y el discurso serio-cómico, la diatriba tuvo una enorme y variada influencia en la filosofía y la literatura. Tanto en la antigüedad pagana como en los primeros siglos del cristianismo (la diatriba se considera el equivalente pagano del sermón cristiano; de hecho, es la base de la homilía), los autores se valieron de tratados filosóficos, diálogos, tragedias, historiografía, cartas, poesía, parodia literaria e híbridos de prosa y poesía como vehículo para sus críticas. En las obras de Séneca, Plutarco, los satíricos romanos, Horacio, san Pablo y Luciano, por citar algunos nombres, resuenan ecos más o menos potentes de esta creación cínica.

Mención aparte merece Menipo de Gadara, cuyas diatribas lograron enorme fama en la antigüedad y a quien le vamos a dedicar la próxima navegación.

Fuentes

Las fuentes se citan sólo a título informativo.

Albin Lesky, Historia de la literatura griega.

Diccionario de la lengua española, rae.es.

Diógenes Laercio, Vida, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.

Dión de Prusa, Boristénico.

Donald Dudley, A History of Cynicism.

Franco Montanari, History of Ancient Literature.

J. A. López Pérez (editor), Historia de la literatura griega.

Jan Fredrik Kindstrand, Bion of Borysthenes. A Collection of the Fragments with Introduction and Commentary.

S. Hornblower, A. Spawforth y E. Eidinow, The Oxford Classical Dictionary.

Suscribite a Sintagmas para estar a tanto de las novedades

Deja una respuesta